Como primera entrada he querido renovar una de las entradas olvidadas de mi otro blog. Se trata de una recopilación que realizamos el año pasado en clase de los consejos que da Quinto Horacio Flaco en su Epistula ad Pisones, que ha sido considerada la única poética romana conservada. Son consejos de escritor a escritor (tanto Horacio como los Pisones, a quienes está dirigida la carta, lo eran), muy actuales a pesar de datar del siglo I a. C. y que creo que podrían serviros de utilidad. Además, he intentado añadir ejemplos que podáis entender y dejarlo todo bien explicado. ¡Que os aproveche!
- A la hora de crear, bien sea una historia o un personaje, debemos hacerlo con sentido. Debe ser algo creíble y con coherencia.
- Tenemos que escoger un tema, una historia, acorde con lo que podamos escribir. Es decir, si eres un escritor novato, no puedes pretender escribir una historia a lo George R.R. Martin. Hemos de dominar el tema sobre el que vamos a escribir, y una vez hecho eso, seria más sencillo. Como dijo nuestro amigo Catón, rem tene, verba sequentur. No hay que olvidar que el objetivo principal del arte es realizar una mímesis de la naturaleza. Por ello, lo que escribamos debe ser lo más parecido posible a la realidad.
- Las palabras, al igual que todo lo humano, mueren. Horacio nos dice que renovemos el lenguaje creando palabras o significados nuevos mediante palabras comunes. Para ello, hay que hacer combinaciones de palabras ingeniosas, innovadoras.
- Hay que adecuar el lenguaje a la condición de los personajes, a la situación en la que se encuentran (si un personaje es de baja cuna y está enfadado, no va a hablar de forma grandilocuente). También tenemos que tener en cuenta la edad de los personajes. Un joven no puede hablar como un viejo y viceversa.
- Si utilizas un personaje que ya existe, sé coherente con lo que la gente conoce de él. Por ejemplo, si vas a escribir un fanfic de Harry Potter, no puedes hacer que Hermione sea tonta.
- Si, por el contrario, creas un personaje nuevo, debes hacer que sea coherente consigo mismo de principio a fin, aunque presente una evolución psicológica.
- Se pondrán de parto las montañas y nacerá un ridículo ratón. Es imposible que contemos una historia de principio a fin, de forma absoluta; no podemos prometer más de lo que podemos dar. Por ello, lo conveniente es escoger un fragmento de la historia y comenzar nuestro relato in media res: contamos lo que pasa antes de que suceda un momento clave o punto álgido de la historia. Por ejemplo, la Ilíada escoge un momento clave, pero no empieza desde el mismísimo principio con los huevos gemelos.
- Horacio recomienda la utilización de la "teijoskopia", una técnica propia del teatro nacida en la Ilíada. En ella, se cuenta y describe lo que está sucediendo a través de los ojos de un personaje ajeno a la acción principal. Sin embargo, debemos encontrar un equilibrio entre lo que ocurre en la acción y lo que debemos contar. Es decir, Medea no debe descuartizar a sus hijos directamente, es preferible que nos cuente los hechos otro personaje.
- Hay que ser cuidadoso con los deus ex machina, es decir, con las intervenciones divinas o las soluciones rápidas y sencillas. No se pueden hacer a no ser que sea absolutamente necesario.
- Hemos de tener modelos de escritores. Debemos leer los clásicos, aprender de lo que escribieron y tenerlos en cuenta a la hora de escribir nosotros.
- Hemos de ser críticos con nosotros mismos. Para obtener una historia buena y presentable, debemos llenar nuestros borradores de tachones y apuntes para alcanzar la perfección (sin pasarse). Y si aún así no conseguimos nuestro objetivo, debemos borrar y empezar de nuevo hasta que lo logremos.
- Cuando escribimos algo no debemos guardárnoslo para nosotros mismos. Necesitamos la opinión de alguien (cuanto más duro sea, mejor) para que nos ayude a corregirnos desde un punto de vista algo más parcial. También debemos dejar nuestros escritos en reposo durante un tiempo para que, cuando volvamos a ellos, tengamos una mejor perspectiva de los mismos. El creador no puede ser su propio crítico, al menos no de forma instantánea.
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